lunes, 1 de julio de 2013

No sucedió como esperábamos

Cuando construyó su historia, primero fue un sueño. Una imagen de lo que se imaginaba que sería su vida. A menudo pensaba en ello como si pudiera tocarlo porque estaba allí para él, justo donde comienza el sueño y la realidad se desvanece por completo. Pese a tenerlo todo bien atado, no tuvo en cuenta que la vida no es precisamente un sueño y que, como dijeran hace mucho tiempo, los sueños, sueños son.
A veces, intentamos buscar lo más perfecto sin darnos cuenta de que quizá es la imperfección la que nos hace ser más humanos porque solo si somos imperfectos, podremos tolerar la imperfección con la que nos encontramos todos los días y varias veces. En un mundo real, pocas cosas pueden ser perfectas y lo son mucho más, aquellas que no podemos tocar, las que nos hacen sentir sensaciones que no se olvidan jamás. Perfecto es un momento, una imagen, una ilusión, perfecto es una tarde sencilla enfrente del mar cuando a lo lejos se esconde el sol. El amor es imperfecto, la vida es imperfecta, y quizá sea esta la esencia de nuestra existencia.

Descubrió su fracaso cuando de pronto, observó a su alrededor y se dio cuenta de que estaba solo. De que viviendo, rodeado de gente, estaba completamente solo y de que su libertad era su castigo, por haber querido demasiado, por haber amado demasiado, las cosas no tuvieron de pronto sentido o quizá sí. Quizá ese sentimiento fuera el que necesitaba para poner en orden su vida, para buscar ese equilibrio que leos de aparentarlo, le faltaba. Tan sólo recordaba que un día fue feliz o que quizá nunca supo que no lo era y ese fue sin duda, el motor del cambio, lo que le impulsó a no dejarse arrastrar por la rutina y a buscar nuevos horizontes que reafirmaran toda su valía y todo aquello que aún no había enseñado a nadie.

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